En estudios con más de 2400 hombres y mujeres que rondaban los 60 años, Erica C. Camargo y sus colegas midieron la velocidad a la que caminaban y la fuerza de agarre de sus manos, así como la función cognitiva, ayudados también por escáneres cerebrales. Durante los 11 años siguientes estudiaron su evolución. Y así comprobaron que las personas que inicialmente caminaban más despacio tenían 1,5 veces más probabilidades de desarrollar demencia. Además, comprobaron que andar a paso lento estaba asociado con un menor volumen cerebral, una memoria más débil y menos destreza en el uso del lenguaje y en la toma de decisiones.
Los investigadores pretenden llevar a cabo más estudios para entender por qué ocurre esto y si hay una enfermedad preclínica que pudiera estar causando la lentitud al caminar o una menor fuerza de agarre.
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